Teatro del oprimido

"Puede ser que un acto teatral no termine en guerra, que no pueda influir en una Nación, Gobierno o Estado; pero ello no significa que teatro no pueda ser al mismo tiempo objetivo y político."
Peter Brook, Threads of time.


Para Augusto Boal, el teatro es netamente político. Su aparente inocencia es sólo aparente. Por el contrario, desde la Antigua Grecia ha sido usado como un eficaz instrumento político. El hecho de que la esfera del arte aparezca como desligada de la esfera de la política es una hábil estrategia de ocultamiento.
Uno de los primeros en utilizar el término de teatro político fue Erwin Piscator en la década del veinte del siglo pasado. Piscator proponía una poética que enseñara política, que instruyera al pueblo a accionar. La fábula debía estar referida a una problemática concreta, la que era expuesta lo más claramente posible. Bertold Brecht no se entendería sin Piscator. Y Peter Weiss resultaría impensable sin el mismo fundamento piscatoriano. De él, de sus enseñanzas, ambos se nutrieron directamente. Brecht, elaborando su teatro épico y Weiss, con su teatro documental. Ambas poéticas tienen una expresa intención política: el público tiene que pensar.
¿Pero es así como el Teatro del Oprimido se manifiesta en tanto teatro político? Si bien Boal recurre a la introducción de elementos brechtianos, su teatro correrá los límites del teatro político:
"Estamos incitando a la gente a hacer cosas que nosotros no somos capaces de hacer, que no sabemos hacer. No tenemos el coraje de hacer, no tenemos la habilidad de hacer, estamos en esto de '¡Hagan esto, mujeres!', '¡Libérense!', '¡Negros, álcense en combate!', '¡Campesinos, derramen vuestra sangre!'. Y nosotros miramos el reloj porque el avión nos espera para volver a Sao Paulo, una ciudad grande, con confort, volvemos para mirar la CNN. Esto no nos pareció justo. Ahí me di cuenta que no podía hacer más este tipo de teatro político. No podía incitar a la gente a hacer cosas que yo no hacía. Proponía correr un riesgo que yo no corría."1
Hay que destruir la figura mesiánica del actor. Ya no es más el artista el que tiene el don, el conocimiento, el que trae la luz al pueblo ignorante. En primer lugar, la división entre actor y público es un reflejo de la desigual apropiación de los medios de producción teatral. Están los que accionan, los que saben cómo hacerlo y monopolizan su uso. Y están también los que sólo pueden ver. El teatro del Oprimido intenta devolver el teatro al pueblo, haciéndolo un bien común a todos. Se trata de volver al origen ditirámbico, antes que la aristocracia griega monopolizara los medios de producción teatral. El pueblo ha delegado su capacidad de acción en el actor. Con Brecht el pueblo recupera su capacidad de reflexión, pero sigue sin recuperar su capacidad de accionar:
"Un ser humano puede hacer todo, puede jugar al fútbol, puede hablar aunque no sea orador... Todo lo que uno puede hacer, pueden hacerlo todos. No con la misma aptitud, pero todos pueden. Esta es la primera cosa esencial que está en el teatro del oprimido: todos somos humanos, si somos humanos somos teatro, aunque no hagamos teatro."2
Para Boal, es fundamental el trabajo con el cuerpo: tornarlo expresivo, usarlo como lenguaje. Al espectador se le debe dar la posibilidad de realizar dramaturgia simultánea con los actores. El espectáculo no debe mostrarse como algo ya acabado, con una visión cerrada del mundo. El público puede intervenir proponiendo posibles soluciones a los problemas presentados en escena. O en el teatro-foro, incluso Boal propone que se pueda intervenir directamente en la acción dramática, actuando.
El teatro del Oprimido mina las bases del teatro occidental. Muchos dicen que esto no es teatro. ¿Pero qué es hoy teatro y para qué sirve? Para Augusto Boal la finalidad del teatro es concientizar. Porque para actuar primero es necesario ser consciente que todos estamos inmersos dentro de una estructura de poder. Como dominados o dominadores. Como oprimidos u opresores.




Diego Manara




1. BOAL, Augusto: "Si somos humanos, somos teatro". Revista Picadero, Instituto Nacional del Teatro, N°6, Buenos Aires, 2002.
2. Op. cit.

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