Los indígenas pintores lograban representar algo completamente desconocido para ellos mediante los textos bíblicos que les proveían sus evangelizadores y algunos grabados sobre la vida de los santos que les llegaban desde el viejo continente. El sincretismo es evidente en casi todas las pinturas, pues la mezcla de símbolos precolombinos y religiosos creaba representaciones difíciles de creer que fungían como amenaza para los adoctrinados. El infierno era representado como un lugar de eterno sufrimiento y el cielo, como un momento de paz en medio de tanta desgracia y destrucción.
Es así, con la unión de estos tres grandes reconocidos aún en nuestros tiempos, que se funda el Movimiento Muralista Mexicano fincado en el indigenismo y el socialismo. Quizás lo más importante de dicho movimiento fue la nueva lectura de los símbolos y las alegorías que reflejaron la conquista espiritual y política de México; la situación de un país profundamente marcado por la división de los estratos sociales y la renovación del hombre a partir de la generación de una nueva visión del mundo que ahora posee a la ciencia y la tecnología y no a la religiosidad impuesta por los evangelizadores que tiñeron de azul (el color de Huitzilopochtli) sus hábitos religiosos.
Esto es notable en ciertos murales específicos como El hombre controlador del universo, pintado hacia 1934 por Rivera. La réplica del mural original se encuentra en un muro de Palacio de Bellas Artes. El proyecto fue diseñado para el edificio Rockefeller de Nueva York, pero por su amplio contenido socialista, el muro fue derribado.
Uno más local, del mismo autor, sería Sueño de una tarde dominical en la Alameda (1947), en donde se retrata la división de los estratos sociales en el México pos revolucionario.
José Clemente Orozco realiza lo propio con Katharsis, en donde alegoriza una renovación de la patria que sólo puede surgir de la destrucción.
Y finalmente, David Alfaro Siqueiros nos muestra La Nueva Democracia. Una profunda crítica política.
La multiplicidad de colores, paisajes mexicanos de la época y el uso de nuevas técnicas (y dimensiones, como las de Siqueiros) logra, como en un tiempo los murales indígenas regidos por la devoción, que el espectador reflexione en torno a las consecuencias de una revolución que surgió en medio de un complejo entramado capitalista. La devoción en la que debe instruirse el espectador es en la de su patria, la de la lucha, la de los pueblos unidos y la transformación del individuo. Ante tales preceptos, no se puede hacer otra cosa que declararse creyente de un nuevo sincretismo patriótico. Los muralistas pos revolucionarios también fundaron una nueva manera de “rezar”. [ii]
[i] Tenemos que recordar que Santiago es altamente simbólico para los españoles, pues fue el estandarte de la reconquista en España y posteriormente se volvió el emblema de la conquista espiritual.
[ii] Sitios recomendados:
Museo Virtual Diego Rivera: http://www.diegorivera.com/murals/index.php
Sala de Arte Público Siqueiros: http://www.siqueiros.inba.gob.mx/
José Clemente Orozco, Vida y Obra: http://tierra.free-people.net/artes/pintura-jose-clemente-orozco.php
Roberto Montenegro: http://www.museoblaisten.com/spanish.asp?myURL=%2F02asp%2Fspanish%2FartistDetailSpanish%2Easp&myVars=artistId%3D34
Victoria, José G. (1986). Pintura y Sociedad en Nueva España. Siglo XVI. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas. pp. 183.
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