Disertaciones sobre ergonomía colectiva

Introducción, ensayos, evaluaciones y conclusiones.*

No por cotidiano y pequeño en magnitud (comparando con los grandes triunfos de la tecnología moderna), nos ocuparemos de revelar las desgraciadas características que presentan los asientos instalados en los diferentes medios de transporte público.

La variedad de medios es nutrida y permite, cual frutera colmada de… frutas, elegir y tomar a gusto cualquiera de ellas sabiendo que brindan un efecto similar, aunque con matices. No es lo mismo un asiento de vagón de tren que uno de micro colectivo, o de un taxi en la gran ciudad, o de la clase ejecutiva en avión. Pero claro que no nos vamos a ocupar de temas que vuelan tan alto, justamente cuando nos interesan aquí temas más terrenales y, éste por volar, se escapa de tal apreciación. Vale aclarar que esta investigación fue posible por no poder elegir entre realidades más placenteras. Pero claro que ser tan honesto nos quita la posibilidad de entregar a los sentimientos y los recuerdos algo más constructivo y emotivo, por tal cuestión diremos más apropiadamente que en realidad no nos ocuparemos de las grandes lluvias, sino de las gotas que caen en ellas. Y los asientos son, acaso, las gotas de la gran aventura tormentosa de viajar.

Los micros colectivos de líneas que no recorren distancias enormes y que nos brindan pasajes accesibles y dibujados por las políticas de subsidios nacionales, ofrecen una gama muy rica en formas para romperse el alma en un viaje interurbano. Hay que diferenciar los asientos correspondientes a firmas carroceras actuales y otras que ya tienen lustros de prestar servicio, y beneficios a favor del “Círculo de Traumatólogos de alcance Nacional” (C.T.A.N.).

Los comprendidos en el grupo de los populares y que han sido compartidos desgraciadamente entre variadas generaciones, se presentan básicamente incómodos, fríos en invierno, calurosos en verano e intratables cuando lo que se pretende es cerrar los ojos y ensayar un sueño… colectivo. De escasa sujeción lateral (los conductores profesionales se empeñan en demostrar que lo son, con diversas maniobras ajustadísimas que desparraman por el piso al distraído pasajero en trance), antiestéticos y de colores sufridos (especialmente por el uso intensivo y su consecuente suciedad).

Insuficientes y pequeñas para las tallas grandes, las banquetas siempre están deformadas hacia el lado del pasillo interno (las de la fila simple más asiduamente). De respaldo corto e inexplicablemente ahuecado entre la parte que ocupa la cintura y la base de los omóplatos, de dureza inconmensurable en ambas partes del asiento y de un ángulo cerrado (más muerto que vivo) entre el respaldo y la banqueta, terminando por poner a prueba la flexibilidad de quién la ocupa.


Acerca de este ángulo hubo una gran discusión a mediados de los años sesenta, donde participaron representantes de todas partes (Tapiales, Burzaco, Barrio Satélite, Pigué, San Andrés de Giles, Lomas de los Tomates-podridos-, Carapachay, Villa Bosch y Ezpeleta y nadie más. Ah, también había uno de Clorinda por equivocación). Y llegaron a la conclusión luego de innumerables estudios realizados por destacados ingenieros en la materia, traumatólogos y forenses que era todo al pedo, porque total, ellos nunca iban a sentarse ahí, si todos tenían auto particular. Por tal conclusión se aprobó un modelo económico y durable por encima de cualquier otro valor (de eso dieron fe un 98,4% de los encuestados). Para arrojar más luz al caso, ahí van las cifras:


Nota: el cuadro con la tabla comparativa de pros y contras se extravió al editarlo. Bah, eso dijo el responsable de la encuesta tras una reunión a puertas cerrada con los que pusieron la guita para fabricarlas.





*Hubo tanta acalorada discusión entre los letrados de turno que finalmente se omitieron algunas de las variantes barajadas en el mismo paño.

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