Aquí, es donde la norma es cambio continuo; ahora, es el tiempo urbano –con toda su carga histórica, política y social- intervenido por el ritmo que propone la acción, por la fuga que provoca el hecho artístico.
La intervención urbana es un hecho artístico de posibilidades múltiples y diversas. Acción expresiva y perceptiva que acontece en el espacio cotidiano “de todos”: la calle. No existe una única forma de acción, sino tantas como lenguajes artísticos y cruces de los mismos sean posibles, inclusive con aportes de las ciencias sociales y humanas, de movimientos políticos, ecológicos o ambientalistas, de agrupaciones barriales, universitarias, etc.

La intervención urbana provoca la interacción entre la expresión artística y la individualidad perceptiva de cada ciudadano o transeúnte intervenido. Propone una mediación desde el arte, que modifica, resignifica, discute e investiga.
Un ejemplo notable es el Proyecto Filoctetes: Lemnos en Buenos Aires, de Emilio García Wehbi (http://www.portaldedramaturgos.com.ar/garciawehbi/). Una experiencia que presenta la posibilidad de investigar la reacción de la gente, de indagar en los comportamientos y costumbres frente a la presencia de lo que no se quiere mirar. Filoctetes examina al transeúnte en su relación con la vida marginal urbana, mediante una experiencia que registra la interacción de este sujeto cívico con la presencia de veintitrés

Dentro del amplio y variable mapa expresivo de la intervención urbana, es complejo encontrar respuestas a ¿cómo es una intervención urbana? ya que el asunto es, precisamente, plantear interrogantes y cuestionamientos. Sin embargo, podemos reconocer las partes, a la vez activas y perceptivas, que el artista pone en juego con su propuesta expresiva. Una de ellas es el espacio urbano, el cual es preexistente, concreto y elegido especialmente, junto con todos los elementos que lo componen histórica y socioculturalmente. Otra parte es la que corresponde a los individuos que transitan ese espacio, al ciudadano anónimo, a la masa heterogénea y diversa que circula por la ciudad –con sus ritmos, intereses y obligaciones o responsabilidades-, siendo asaltados por la acción de la que sin querer pasan a formar parte –ya sea, mediante el rechazo, la unión o la indiferencia-. Y el tiempo único. El ahora de la acción –fecha, hora, clima-, es un tiempo objetivo y efímero.

El arte de acción desarma convenciones. La posibilidad es lo único seguro: el movimiento, como la vida, impredecible. Tal vez, éste sea un lenguaje que pudiera dialogar con la contemporaneidad del sinsentido. Dialogar, reflexionar, comunicar es el objetivo, porque es el arte como “instrumento de conocimiento”,[2] el cual, se eleva a la posibilidad maravillosa del aquí y ahora y del acontecer social del hecho público.
María Papi
[1] La intervención urbana, es, muchas veces, una investigación y reflexión a cerca de las relaciones sociales y espaciales urbanas. No hay resultados homogéneos de este tipo de experiencias, debido a que, por un lado, el evento está condicionado por el suceder –siendo una de las tantas posibilidades la de terminar en la comisaría, de allí, el riesgo del artista que elige este modo de acción- y, por otro lado, suele presentar un carácter de urgencia –tanto de resistencia y repudio, como de grito expresionista, o alternativa cultural y revisión de las tradiciones-. El encuentro puede ser tan impactante, que la percepción de ello se nos vuelva como una cachetada violenta; o ser tan sutil y abierto que nos permita reelaborarlo con la libertad de un paisaje al que se transita suavemente.
[2] Así reflexiona Clemente Padín en “La performance desde la perspectiva Latinoamericana”, en www.escaner.cl.
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