Historias de interés entre mundiales: Los libros.

A los libros se les carga la mano, personajes salen en la tele explicando que de leer más la sociedad ya habría abandonado la mediocridad en que se encuentra sumida. De acuerdo a los organizadores de competencias editoriales, una publicación que cuenta con más o menos 48 páginas puede ser calificada como libro y no quedar en el peyorativo adjetivo de revista.
Las ilustres firmas de Carlos Monsivaís y Elena Poniatowska aparecen en los noticieros diciendo que 48 páginas de lectura harán que mi vecino, el mismo sujeto que se levanta todos los días a las seis a.m. fingiendo ser el padre de un mozalbete con tal de mirar las piernas de las niñas que asisten a la secundaria de la cuadra; dejará de ser un cretino y dedicará su vida al enaltecimiento de su espíritu; ¿pero qué tal que a sus manos llega un libro de Lewis Carroll? Lo mejor que podría ocurrirle a mi vecino y no a las niñas de la secundaria número 84 que acosa todas las mañanas será encontrar una lectura que prenda en su cabeza el brillante plan para al fin convencer a esa precoz pelirroja que le devuelve las miradas para irse de pinta con él.
Y se organizan ferias, lecturas y tianguis(1) de libros por toda la ciudad. Carlos Fuentes se presenta en los edificios coloniales del país con una pluma fuente dispuesta para firmar cientos de ejemplares del último libro que dice escribió él pero todos sabemos le robó a algún ingenuo; estudiantes de filosofía van a las fotocopiadoras que hacen descuento de acuerdo al volumen copiado, reproducen los sonetos que escribieron una tarde de lluviosa inspiración, diseñan una portada nombrando a una supuesta editorial ‘Rebelión Ixtlán’ como la responsable de la edición engrapada de lujo que presentan y venden a 20 varos en el café bohemio de su tía. Pero estos eventos aún quedan muy lejos para el mexicano promedio, ese mismo que hizo una quiniela para atinarle al día en que Thalia parirá a su primogénito; a él no le importa ir a ver a las estrellas de la literatura hispana, mucho menos asiste a la lectura de poemas: “Querido comparsa, no olvides que la vida es una farsa.” Para ellos se inventaron los tianguis literarios.
En los tianguis encontramos cual zanahorias, libros de Arreola, Revueltas, Arana, García Saldaña y ya a precio de jitomate los hits del momento que se venden en el Sanborns y redactan (es un decir) los que salen en la tv, los mismos entrevistadores (es otro decir) que se la pasan asintiendo sobre como el país avanzará más rápido leyendo; pero no se dan el tiempo de aclarar que los consejos de mediano-empresario que nos venden lo único que dejan son ganas de seguir viendo la tele o a lo mucho de convertirse en un cronista de gabardina beige como la mía que sale todos los días con un cuaderno de notas como el mío y una pluma bic a ver las rodillas raspaditas de las niñas desobedientes que se suben la falda haciendo caso omiso a la advertencia de sus mamás –con cuidado hija, no te acerques a ese viejo cochino que anda en el parque-.


Ricardo G. Acevedo
Reportero, cocinero y mecánico especialista en bicicletas de montaña.
(1) TIANGUIS: Feria callejera de puestos ambulantes

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