Buenos Aires Teatral

No es Londres. No es Nueva York. No es Barcelona ni Berlín. La capital mundial del teatro se mudó al cono sur, y parece que se quedará viviendo aquí por mucho tiempo. Buenos Aires es la ciudad que tiene la mayor cantidad de obras en cartel del mundo, superando las ciento cincuenta representaciones por fin de semana. Vale la pena conocer el porqué.
En algún momento de la historia, los espectadores empezaron a convertirse en actores. La difusión y la actividad teatral creció tanto con el curso de los años, que el estudio formal de la actuación como disciplina ha ganado cada vez más terreno, casi al mismo tiempo que el surgimiento de nuevos géneros y la infinita producción de espectáculos.
Otro de los motivos tiene que ver con los ciclos históricos y económicos como los que acontecieron en los 90’ en Argentina. Un país al borde del quiebre social encuentra en la cultura no sólo una forma de salvación, sino una nueva identidad teatral.
Los disímiles y alternativos lugares y formas para estudiar arte dramático tuvieron mucho que ver con que esto suceda. Las épocas de crisis, se ha verificado en incontables ocasiones, generan movimiento, acción y oportunidades distintas a las que suelen presentarse. Por ello, el ser humano traza una línea que nunca había cruzado antes en esa búsqueda desesperada. Algunos renuncian a cualquier salida. Muchos se mantienen en lo que hacían, a pesar del fracaso y la decadencia. Otros lo transforman todo y adaptan esa crisis a una nueva forma de producción cultural.
Eso es exactamente lo que sucedió en Santa María de los Buenos Aires, con su consecuente expansión hacia todo el país. En los años en que los argentinos iban a Miami el fin de semana y la brecha social entre ricos y pobres se ensanchaba, también se cerraban salas independientes con un ritmo alarmante y el círculo oficial carecía de rumbo definido, más allá de los contactos de turno del estado. Sin embargo, la resistencia persistió y como ha pasado en la historia mundial en momentos de guerras y catástrofes de todo tipo, el escenario se impuso por sobre el olvido, la corrupción y la carencia de ideas.
De la mano de cientos de centros culturales, instituciones de renombre, sociedades de fomento, clubes, asociaciones vecinales y estudios particulares, todo comenzó a tomar otro color. La autogestión cooperativa, ya sea para unipersonales u obras de grupos conformados, resurgió como una entidad conocida y consolidada que empezó a crear sus espacios.
La misma gente que acudía a un sitio a estudiar, ya sea de mayor o menor importancia, se auto convocaba para producir.
De esa acción surgía la necesidad concreta de encontrar el lugar para mostrarlo. Había tanto que expresar. Pero las salas perdían subsidios y no podían mantenerse. Entonces, las casas, las escuelas, las fábricas y las calles entre otros, se convirtieron en la salvación momentánea. Ese también sería un descubrimiento.
El final de Diciembre de dos mil uno marcó un antes y un después en muchos aspectos. Pero si hay algo que transformó por completo, fue la industria cultural de la ciudad. Si bien Buenos Aires siempre fue meca en América Latina en las artes escénicas y reconocida internacionalmente, lo que sucedió desde aquella fatídica caída hasta hoy fue absolutamente impensado.
No sólo se volvió a posicionar el teatro off, sino que también el circuito oficial comenzó a hacer propuestas renovadoras y de alto nivel, integrando incluso a personajes del "otro" teatro. Los lugares alternativos que sirvieron como refugio para el caos se mantuvieron, e incluso crecieron y se transformaron en nuevos recintos de arte, repercutiendo de manera inmediata sobre la forma de hacer teatro.
La calle Corrientes goza de todas las luces. Los empresarios invierten en nuevas aperturas. Los barrios ya tienen varios espacios propios, lo que hizo que la oferta de las obras independientes se descentralizara notoriamente, creando nuevos canales de comunicación hacia gente que antes creía que las tablas era cosa de una sola avenida.
Nos encontramos en un momento clave de la historia del teatro en nuestro país. Directores, actores y dramaturgos exportan sus trabajos y dan clases en las mejores universidades del mundo.
En los festivales más importantes hay siempre varios invitados de nuestro país. Incluso, el propio festival de teatro independiente de Buenos Aires se ha convertido en uno de los encuentros más esperados para la búsqueda de nuevas tendencias e intercambio de material.
El público, contra todos los pronósticos, acompañó y sigue acompañando en cada espectáculo, desde los clásicos hasta los más modernos. Un crisol mágico y para todos los gustos continúa inundando la cartelera porteña.
Lo que se fue gestando entre tanto dolor por fin comienza a brillar y esta función promete no bajar el telón. De todas maneras, hay que ponerse de pie. Este es el tipo de aplauso que debe replicarse por todas las latitudes.


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